Canción en francés "Les Maudits Français" - Traducción de la letra en español

Les Maudits Français: La cantante quebequense Lynda Lemay, compuso esta canción para sus amigos franceses, donde bromea de sus costumbres, pero expresa al final su afecto por ellos.

Aquí abajo, mi traducción al español.


Les Maudits Français: Traducción al español

Los malditos franceses

Hablan con palabras precisas. Pronuncian todas las sílabas. A todo momento se dan besitos en la mejilla. Pasan largas horas en la mesa comiendo.

Tienen unos menús que no se entienden. Beben vino como si fuera agua. Comen pan y foie gras encontrando la manera de no volverse gordos.

Hacen manifestaciones de protesta a cada rato, a cada rincón. Todos los taxis tienen choferes que conducen como locos y que se pegan detrás de tu automóvil.

Y cuando hablan de venir a Quebec es por el invierno, los indios, o por los grandes paseos en moto de nieve, y aún por los trineos jalados por perros.

Tienen unas tacitas minúsculas y unos ceniceros inmensos. Preparan un verdadero “café para adulto” que se lo beben en un par de sorbos.

Puedes encontrar sus grandes pastores alemanes y sus pequeños y queridos caniches en los restaurantes, en las tiendas de comestibles y en las farmacias.

Dicen que almuerzan cuando cenan, y que son la 2pm cuando desayunan. Temprano en la mañana huele a yogur: No conocen los huevos con tocino.


En las noches comen por lo general, chucrut, magret de pato o caracoles. Todo está bien hasta que pruebas su asqueroso plato de cabeza de becerro.

Se comen un pedacito de párpado, un pedacito de encías, un pedacito de oreja, un pedacito de hocico. Para las papilas gustativas de los quebequenses eso es demasiado.

Nos ven como marcianos cuando ordenamos un vaso de leche, o cuando decimos “¿La sala de baño, en qué lugar está por favor?”

Y cuando llegan a nuestro país, se compran un gorro y un abrigo Kanuk. Se ponen a buscar iglús pero terminan al interior de una dulcería tipo cabaña. De repente, se enamoran de nuestros bosques y nuestros lagos y se ponen a hablar como nosotros: aprenden a decir “Tabernak !”

Y ya ebrios con nuestro licor Caribou, con nuestra cerveza Molson y con nuestro fabuloso gin, disfrutan de nuestros guisos de pata de cerdo y nuestro plato de habas con tocino y miel de erable.

Como no tenemos quesos que apestan, se adaptan a nuestro añejo queso cheddar.
Tampoco se quejan mucho de nuestro “cafecito dudoso”.

Cuando terminan su estadía, ya han aprendido que no tienen derecho a llamarnos canadienses, porque somos quebequenses. Nos dicen adiós con los ojos llenos de lágrimas y con sus maletas llenas de miel de erable. Nos damos cuenta que nos parecemos y les deseamos buen viaje.

Estamos obligados a darnos besitos en la mejilla como si siempre lo hubiéramos hecho. Existe como un vacío en Quebec cuando parten los “malditos franceses”.